Por Mariela López Correa
Las funciones ejecutivas son destrezas cognitivas que permiten a la persona responder de manera coherente en situaciones novedosas, es decir, facilitan la adaptación a los cambios constantes de la sociedad. Además, hacen posible regular la conducta y resolver problemas cotidianos, por ello, es fundamental que se adquieran desde edades tempranas. Amanda, Wenzel; Megan y Gunna (2013) puntualizan que los niños mientras más temprano desarrollen estas habilidades lograrán mayor éxito en la escuela, y les servirán de soporte en las áreas de matemática, lenguaje, aritmética y lectoescritura durante su formación académica.
La habilidad de cálculo es un proceso cognoscitivo complejo y representa una capacidad multifactorial que incluye habilidades verbales, espaciales, de memoria y funciones ejecutivas. Numerosos estudios han señalado la importancia del correcto desarrollo de estas capacidades para la adecuada adaptación del individuo a su ambiente. Es decir, los procesos cognitivos implicados en el funcionamiento ejecutivo, permiten regular el comportamiento inhibiendo patrones de respuesta sobreaprendidas, modulando el pensamiento, el comportamiento y la afectividad, en pos de la solución de una situación problemática. Diversos autores han considerado como funciones ejecutivas a: la memoria de trabajo, el control de la atención e inhibitorio, la planificación, la flexibilidad cognitiva y la toma de decisiones, entre otras.
¿Cómo se relacionan las funciones ejecutivas con el cálculo?
Un mayor conocimiento conceptual y procedimental de las matemáticas libera recursos de las funciones ejecutivas que pueden ser utilizados para la realización de otras tareas más complejas.
El conocimiento del número comprende diferentes formatos bajo los cuales está representado en nuestro cerebro, y estas informaciones se almacenan en la memoria de largo plazo.
Salguero-Alcañiz (2004) establecen que el procesamiento numérico se asocia, normalmente, con el manejo de símbolos y palabras “…que representan cantidades y pueden manipularse mediante procedimientos de cálculo. Los números son símbolos y, por tanto, al igual que las palabras, están formados por significado y significante”.
Dobato (2000) expone que, “la memoria de largo plazo intervendría en las funciones de cálculo de dos formas distintas: por un lado, aportando información acerca de las reglas generales de cálculo de una operación concreta, y por otro, recordando los resultados de operaciones elementales (tablas aritméticas), que generalmente se han aprendido en la infancia”.
La memoria de trabajo está relacionada con el aprendizaje matemático, por lo tanto, los problemas que se presentan en ella se manifestarán en las tareas que ejecuten los estudiantes, por ejemplo, evocar las tablas de multiplicar, fórmulas, procesos matemáticos complejos, etc. Es decir, la representación de cantidades numéricas implicadas en el cálculo aritmético se hallaría asociada a la capacidad de memoria visoespacial.
Para algunos autores, el poder predictivo de la inhibición en el área de las matemáticas es incluso superior al de la memoria de trabajo, por ello, la capacidad de control inhibitorio está relacionado directamente con la habilidad para resolver problemas de cálculo aritmético, dado que este mantiene al estudiante en las tareas que realiza, regula su comportamiento y mejora su atención.
Recomendaciones para trabajar el cálculo teniendo en cuenta las funciones ejecutivas
Si el estudiante tiene dificultades del funcionamiento ejecutivo hay mucho que, tanto docentes como padres de familia, podemos hacer para ayudarlo a mejorar en matemáticas como: revisar la tarea antes de comenzarla; subrayar las instrucciones y destacar información importante (pasos a seguir o los signos de suma y resta); también asegurarnos que puede evaluar si sabe cómo resolver los problemas o si necesita ayuda. Mientras revisa la tarea, animarlo a que se pregunte cosas como: “¿Este problema es igual o diferente al anterior?”. Así como ayudarlo a hacer una lista de las cosas que debe revisar antes de que diga que terminó y enseñarle a revisar su trabajo, usando una calculadora o la operación opuesta para ver si se obtiene la misma respuesta.
- Para ejercitar la memoria de trabajo, se propone realizar las siguientes actividades: creación de problemas, ordenar una secuencia de números en movimiento, recordar números telefónicos, DNI, direcciones, sopa de letras, sudoku, etc.
- Para desarrollar el control inhibitorio se pueden realizar ejercicios con graduación del tiempo usando cronómetros, laberintos, sopa de números, identificación de datos irrelevantes, reconocimiento del “intruso”, cubo mágico, etc.
Podemos concluir señalando que las diferentes funciones ejecutivas se encuentran interrelacionadas de manera coordinada al resolver un problema complejo.
Las alteraciones vinculadas con las funciones ejecutivas, tales como la capacidad de recordar y ejecutar instrucciones, inhibir la presencia de estímulos distractores irrelevantes, reducen las oportunidades de los estudiantes de aprender en clase, de ahí la importancia de detectar e intervenir oportunamente.
El conocimiento de las funciones ejecutivas y su relación con el desarrollo del cálculo será un punto de partida para realizar mejores prácticas educativas en el aula, propiciando aprendizajes significativos en los estudiantes estimulando sus capacidades, habilidades y destrezas.
Mariela López Correa
Tutora Nivel Secundaria
Colegio María Nicole
Referencias:
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